Marzo invita a recordar. Un mes que plantea un agudo ejercicio de la memoria haciendo eje en el 24 de marzo de 1976, fecha que será el comienzo de la más sangrienta dictadura militar vivida en el país y una de las más atroces del continente americano.

Sin embargo, este proceso comenzó años antes, inmerso en un contexto mundial y local que empujaba a los movimientos sociales y políticos a pelear, en sus diferentes variantes, por un horizonte de cambio social.

Marzo será también el mes que unirá el triunfo electoral de Héctor Cámpora a nivel nacional y el de Miguel Ragone a nivel local un 11 de marzo 1973. Vinculados por una idea común, pelearán desde sus territorios por sostener los postulados para los que fueron elegidos, pagando, en el caso del salteño, con su propia vida.

Contexto de época

“El año 1973 efectivamente es un punto culminante en un proceso de mucha efervescencia, de mucha movilización social. Una etapa de alta politización, de ideologización de la sociedad. Es un momento donde a nivel internacional estaba en auge el proceso de descolonización de los años 60 en los países de África y Asia. Era el momento álgido de la guerra de Vietnam, un conflicto que podía ser visto desde dos perspectivas: el conflicto este-oeste, es decir la guerra fría, conflictos entre comunismo y capitalismo, pero también desde la perspectiva del conflicto norte-sur, de un pueblo que luchaba por su autodeterminación como muchos alrededor del mundo”, así enlaza su análisis Daniel Escotorín, historiador y autor de diversas obras relacionadas a la época.

Por otro lado, Daniel Ávalos, historiador y periodista salteño, amplía: “Era una Salta llena de expectativas dentro del clima político mayoritario, y dentro de ese importante clima político, una parte importante estaba involucrada en la idea revolucionaria. Sea desde el peronismo o desde partidos de izquierda, en ambos casos, o había una adhesión abierta a la lucha armada, o de sectores que sin asumir la lucha armada veían con simpatía esa apuesta”.

“Dentro de ese sector hay enormes expectativas y varios grupos que consideraron que el cielo estaba al alcance de la mano. La llegada a un momento de socialismo como idea, como concepto hasta ‘ahí’. Dentro de ese juego eran Cámpora como figura nacional y Miguel Ragone como representante en Salta de esas aspiraciones colectivas. Era una Salta en estado de ebullición con un modelo muy claro, que si no era el socialismo, era algo parecido a eso”, remarca Ávalos.

Aquellos anteriores años al ’73 serán de un constante ascenso de la violencia política ejercida de arriba hacia abajo, generando cada vez más terror, así como multiplicando adhesiones de la sociedad a las diferentes tendencias que planteaban un cambio social. “Hay que recordar la censura y persecución que va a sufrir también la universidad con la noche de los bastones largos. Es decir, además de atacar a los sectores populares, van a comenzar a ganarse la enemistad de la propia clase media. Esto va a generar el germen de efervescencia, ese germen contestatario que desemboca pocos años después en todas las puebladas donde la población universitaria tuvo muchísima participación: el rosariazo, correntinazo, tucumanazo, el salteñazo y el gran momento de esa etapa que fue el cordobazo”, comenta Escotorín.

Cámpora al poder

En aquel contexto de efervescencia, ebullición y pelea abierta en las calles de diferentes puntos del país, llegarán los días previos a las elecciones del 11 de marzo de 1973.

“Es un fenómeno muy interesante el que se da. Hay que pensar que Cámpora, Ragone, y muchos de esos dirigentes políticos que venían de la década del 50, no eran lo que uno podía pensar como revolucionarios, eran más bien peronistas tradicionales, muy leales a la idea de Perón. Pero llegan a ese momento adhiriendo a lo que Perón estaba proponiendo: trasvasamineto generacional, actualización doctrinaria, socialismo nacional. Ellos toman honestamente a esa idea, están convencidos que es ese el momento. Hay que pensar también en Obregón Cano el gobernador de Córdoba, Bidegain el gobernador de Buenos Aires, Cepernic de Santa Cruz, Martínez Baca de Mendoza, eran todos peronistas de la vieja escuela, pero que sin embargo, con mucha honestidad, se suman a ese proyecto”, analiza Daniel Escotorín.

Y agrega: «por supuesto que Ragone también está convencido de esto, hay una cuestión que realmente es para destacar. Cuando va cambiando el tiempo político, con el retorno de Perón, Ragone dice ‘yo me comprometí a esto y esto es lo que voy a cumplir’ y en ese sentido es donde se gana el odio y la enemistad de los sectores internos del propio peronismo, los sectores más ortodoxos, más conservadores”.

Ávalos profundiza en la cercana ligazón entre los mandatarios. “Había una clara relación de confianza entre Cámpora y Ragone. Está claro que políticamente los vínculos eran muchos y que ambos se sentían parte del mismo palo. Los veo mancomunados, unidos por los mismos vasos comunicantes en torno a las expectativas colectivas. No sé si eran amigos, pero evidentemente se sentían compañeros políticos, había un objetivo común y había coincidencias en el camino que se debía transitar en pos del objetivo. Sobre todo porque ambos tenían una buena relación con los sectores de izquierda del peronismo”.

Regreso de Perón: cambio de rumbo

Si existe un momento bisagra en la historia política contemporánea del país, ese es el regreso de Perón a la Argentina. En aquel aparente simple acto de aterrizaje de un avión, se conjugaban, y pujaban, las aspiraciones políticas de toda una vieja guardia de dirigentes que se sentían herederos del legado. Y por otro lado se hacía presente la ilusión de las nuevas generaciones que, con el peronismo proscripto y su líder en el exilio, construyeron la propia síntesis del movimiento. Las cartas estaban echadas.

“Cuando renuncia Cámpora, que tenía mucha afinidad con Ragone, van a pasar dos cosas. Desde el punto de vista de lo que era la relación política de Ragone con el gobierno nacional, intenta mantenerse y manejar todo con aplomo político, con la madurez que tenía y entendiendo también las circunstancias que se estaban dando a nivel nacional. Pero también va a pasar que los sectores internos opositores comienzan a afinar todos los aspectos conspirativos de manera tal de comenzar a debilitar su gobierno”, comenta Escotorín.

En tanto Ávalos agrega y retrata aquel momento de tensión social: “La renuncia de Cámpora abofeteó a todo un sector del peronismo, y en ese sector estaba incluido el propio Ragone. Lo abofeteó porque era la constatación de que la figura de Perón empezaba a rechazar a la otrora juventud maravillosa al establecer una alianza de tipo más estratégica con los sectores que esa juventud repudiaba dentro del movimiento. Estos eran los sectores vinculados a la derecha peronista. Entonces, tanto la juventud como Ragone hicieron el análisis correcto diciendo ‘esto está yendo para otro lado y ese otro lado viene por nosotros’”.

“Ya en septiembre va a suceder el famoso hecho de la toma de la casa de gobierno. Luego de que es asesinado el secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, al otro día hay un homenaje en Salta, se hace una misa en la Iglesia de San Francisco y hay una marcha de silencio. Cuando pasan por frente a la casa de gobierno (que entonces estaba en Mitre 23, frente a la plaza central de Salta) observan que la bandera no estaba a media asta. Esto los enfurece, van a la sede de la CGT, se arman de una mayor cantidad de adeptos y vuelven a tomar la casa de gobierno. Ingresan por la fuerza y pretenden que Ragone renuncie acusándolo de ser un gobierno copado por montoneros”, grafica Escotorín.

En este sentido, el periodista Daniel Ávalos sintetiza: “La renuncia de Cámpora viene a confirmar ese dilema en el que se encontraba Perón y empieza a dejar claras muestras de para donde va el tema. El propio vicegobernador de Salta (Olivio Ríos) toma la casa de gobierno. Eso va a visibilizar que en la provincia la disputa entre derecha e izquierda en el peronismo estaba en la cúpula misma del gobierno”.

Fin de una etapa

“A partir de allí, es donde ya hay una declaración de guerra por parte de la ortodoxia peronista que no va a cesar hasta que finalmente Ragone y su gobierno es intervenido en noviembre de 1974”, remarca Escotorín. En tanto que Ávalos añade: “Ragone sabía que estaban perdiendo terreno. Hay ministros muy vinculados a él que van renunciando, es como que lo aprietan para sacarle el entorno de confianza.

También policías que habían sido enjuiciados por Ragone, empiezan a ser liberados y no solo eso, sino que comienzan a ser reincorporados a la fuerza, entre ellos Joaquín Guil, que después va a ser condenado por el secuestro del propio gobernador. Se dieron golpes uno tras de otro que iban marcando para donde iba la cuestión. Cuando el gobierno decide intervenir la provincia, ya estaba todo cocinado, se había acondicionado el terreno”.

El desenlace de la historia para este momento resultaba claro e irreversible. Los grupos parapoliciales comenzaban a operar ya sin mayor ocultamiento y el país se convertía en una abierta disputa fraticida. “Cámpora y Ragone coincidían en muchas cosas. Creo que sobre todo en el respeto que hubo entre estas dirigencias, la coherencia en sus intenciones en llevar adelante el programa que la gran mayoría del pueblo argentino había votado. Estaban comprometidos con la idea de una democracia abierta, amplia, transformadora”, comenta Escotorín.

Agrega: “El destino para ellos fue trágico. Sabemos como terminó Ragone, secuestrado tres años después, el 11 de marzo de 1976, y Cámpora paso buena parte exiliado en la embajada de México hasta que finalmente se autorizó su salida porque ya agonizaba. Estos son personajes con los que la historia todavía guarda una gran deuda”.

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