Apenas terminada la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos tuvo en 1946 una inflación del 18% anual y hasta 1951 se mantuvo en 7% anual. Esto se explicaba obviamente por la reorganización de la economía luego de haberla transformado en una maquinaria de guerra. Entre 1952 y 1965, Estados Unidos gozó de altas tasas de crecimiento de la mano de las políticas keynesianas, todavía hoy populares en la idea de que el motor del crecimiento es el gasto público, y tasas de inflación muy bajas. La tasa de inflación promedio anual del período fue de 1,3%.
A partir de 1967, la tasa de inflación anual empieza a subir. Aquí es cuando toman protagonismo las críticas al keynesianismo, fundamentalmente con la escuela de las expectativas racionales.
Con la crisis del petróleo en 1974 la inflación vuelve a ser del 12% anual. Dos dígitos para Estados Unidos es una inflación muy alta.
En julio de 1979, Paul Volcker es nombrado presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos. Estando él, en marzo de 1980 la inflación alcanza otro pico de 15% anual.
Aquí es cuando Volcker endurece la política monetaria colocando la tasa de interés por encima del 20% anual. La recesión fue muy dura, la tasa de desempleo superó el 10% y muchas empresas se fundieron. Los agricultores hicieron un “tractorazo” a Washington y los dueños de las pymes le dejaban en su buzón de correo de la Reserva Federal miles de llaves de las empresas que habían quebrado. Igual se mantuvo incólume y el 1983 termina con una inflación de 3,8%, el año 1986 con 1,1% y en 1987 se va.
Cuentan las crónicas que cuando le preguntaban porque había sido tan duro con el sistema productivo para bajar la inflación, respondía que era porque él estaba convencido de que la inflación es la destrucción del contrato social por parte del Estado. Una sociedad donde el Estado rompe el contrato social no puede prosperar.
Una analogía más ilustrativa de la gravedad de que el Estado rompa el contrato social con inflación es la de un padre de familia con tres hijos, pero con la posibilidad de comprar solo una bicicleta. En lugar de construir un contrato social sano dentro de su familia, que sería decirles que él solo puede comprar una bicicleta y, por lo tanto, tienen que usarla un tercio del tiempo cada uno, le promete a cada uno una bicicleta para su cumpleaños.
El hijo mayor es muy feliz el día que recibe la bicicleta. El hijo del medio entra en confusión con el hermano mayor cuando se dan cuenta que la promesa del padre era por la misma bicicleta. El conflicto distributivo toma ribetes violentos cuando cumple años el hijo menor y entran los tres hijos a pelearse por la única bicicleta. El problema no es tener una sola bicicleta. El problema es haber hecho tres promesas con la misma bicicleta.
En Argentina pasa eso. Desde 2012 que hay una sola bicicleta (el PIB está estancado), pero las promesas en estos 10 años se multiplicaron por 22 (la emisión monetaria subió 2.200%). ¿Qué pasó? Que hoy, luego de 10 años, cada billete puede comprar solo una veinteava parte (1/20) de la bicicleta o, en palabras más técnicas, dignas de la ciencia económica, la inflación fue del 2.000%.
Desde 2012 hasta hoy hubo tres presidentes, pero no fueron los únicos que multiplicaron las promesas (emisión monetaria) y no las bicicletas (el PIB). Desde que hay datos de cuentas públicas en el Ministerio de Economía (1961 en adelante), pasaron 60 años. En la mitad de ellos gobernaron los peronistas, en un cuarto los militares y en otro cuarto los radicales solos o en alianza.
En los últimos 60 años la tasa de inflación promedio anual fue de 180%. Los peronistas tuvieron una tasa de inflación promedio anual de 78%, los militares de 132% y los radicales, solos o en alianza, de 386%.
Estos datos son muy contundentes demostrando que en Argentina hay una sólida “política de Estado”. Independientemente del color partidario del gobierno (peronistas, militares o radicales solos o en alianza) la política de todos fue una sola: prometer desde el Estado más de lo que la economía puede dar.
Este exceso de promesa es el déficit fiscal. Que en los últimos 60 años estuvo presente en 55 (en los 5 restantes, Argentina no estaba pagando su deuda).
El déficit fiscal se financió con deuda pública, que terminó siempre en default, y emisión monetaria abundante, que terminó siempre en alta inflación. Claramente esto es un Estado rompiendo el contrato social. Que, en palabras de Volcker, es la inflación.
Como será de “política de Estado” la inflación en Argentina, que hoy hay mucha preocupación porque la inflación está deshaciendo las promesas electorales. La reacción entonces es natural: “¡Demos bonos a todos! Trabajadores sindicalizados, informales, jubilados, monotributistas, a todos, para ver si hacemos que sus ingresos alcancen a la inflación”.
A nadie se le ocurrió la idea de frenar la inflación.