La Argentina se acercó bastante a la posibilidad de un acuerdo con el Club de París, y todo dependerá de si el organismo acepta un “puente de tiempo” según las palabras oficiales, hasta que se logre avanzar con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Según el mensaje que dejaron el viernes pasado en Francia el ministro de Economía de ese país, Bruno Le Maire, y el secretario general del Club de París, Emmanuel Moluin, Argentina debe presentar antes del 30 de julio (fecha en que el país entraría en default), al menos una Carta de Intención firmada con el organismo que maneja Kristalina Georgieva.
Sólo con eso prometen los dos funcionarios franceses que conducen el Club, se podría discutir una prórroga de los vencimientos hasta el 2022 y una reducción de las altas tasas de interés del 9% que se aplican en el acuerdo vigente. Alemania, Francia, Italia y España están de acuerdo. Pero aún falta un capítulo importante. Convencer a Japón; uno de los principales acreedores del país dentro del Club de París, y, tradicionalmente, muy reacio a las “excepciones” para cualquier estado. Por ahora no hay citas pactadas entre funcionarios argentinos y autoridades japonesas, por lo que no se sabe que actitud tomaría el ministerio de Economía japonés que maneja Yoshio Hachiro, por lejos, según las crónicas, el hombre más fuerte del gobierno de Shinzo Abe.
Los acreedores argentinos en el Club de París son todos integrantes del G-7. Esto es, los países más desarrollados del mundo. Y según lo que se explica desde el organismo, no es cierto que no puedan tomarse medidas extraordinarias, como la de no necesitar indefectiblemente un acuerdo con el FMI para que se firme un acuerdo para renegociar el pago de los u$u2.400 millones. El problema que tiene Argentina, es que las decisiones se deben tomar por unanimidad; y si hay un estado que no esté de acuerdo con la manera en que se apliquen medidas de flexibilización, este no puede tener vigencia. Con lo cual, sí o sí, hay que sumar a Japón en el acuerdo.
Se trata además del segundo acreedor de la deuda argentina con el Club, con un 22,34% del total del pasivo. Se trata de créditos provenientes de los ‘90 para prefinanciar exportaciones japonesas y radicación de plantes de ese país en la Argentina, renegociados luego por Axel Kicillof como ministro de Economía como parte de la deuda global del Club de París en 2014. El primer acreedor es Alemania con un 37,37%, dinero generado de manera mixta; con créditos directos para empresas privadas (también de los 90), sumado a viejas líneas del gobierno alemán a la Argentina de décadas anteriores. En el listado luego aparece Holanda con un 7,98% de la deuda. Se trata de otro caso complicado, donde por cuestiones culturales no existe mucha flexibilidad para países que no cumplen con sus pagos. Los Países Bajos (nombre oficial) votan tradicionalmente en contra en el board del FMI de los acuerdo que propone Argentina.
El cuarto acreedor del país es España, con un 6,68% de la deuda. Es el rezago generado por el crédito que en 2001 giró el gobierno de José María Aznar, para ayudar a sostener la convertibilidad y los giros de dividendos de las compañías españolas radicadas en el país. El total de ese crédito fue de unos u$s1.100 millones, Argentina los declaró en default en diciembre del 2001 con el resto de la deuda externa argentina y durante la primera etapa de gestión de Néstor Kirchner hubo un intento de negociarla por fuera del Club de París, en mejores condiciones que el resto de los acreedores. La presión del resto de los socios de la Unión Europea hicieron que el pasivo se sume a la demanda general del Club de París. Le siguen como acreedores Italia (6,29%), Estados Unidos (6,28%), Suiza (5,31%), Francia (3,62%), Canadá (2,02%) y un 2% distribuido en el resto del mundo.
El antecedente para conseguir un acuerdo con el Club de París de manera flexible en tiempos de kirchnerismo, no es auspicioso. Durante el gobierno de Néstor Kirchner se intentó negociar con el organismo antes que con el FMI. Sin embargo, desde Europa se frenó la intención, y se supeditó el avance en las negociaciones a un cierre de una Carta de Intención con el Fondo. Luego, Kirchner, ya con el tratado con el FMI en la mano, decidió dejar el pasivo con el Club de París en default en el tiempo. La situación recién se estabilizó en el 2014, con el acuerdo que firmó Axel Kicillof y que Mauricio Macri incumplió en 2019.
El Club de París está integrado por Australia, Austria, Bélgica, Brasil, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Irlanda, Israel, Italia, Japón, Corea del Sur, Holanda, Noruega, Rusia, España, Suecia, Suiza, Reino Unido y Estados Unidos, como estados con poder de decisión. Luego aparece otro grupo de países como que sólo actúan en decisiones particulares, como Emiratos Árabes Unidos, Argentina, China, República Checa, India, Kuwait, México, Marruecos, Nueva Zelanda, Portugal, Sudáfrica, Trinidad y Tobago y Turquía.
Curiosamente es una creación generada por Argentina. Fue en 1956, cuando el gobierno de Pedro Eugenio Aramburu pidió una reunión con los principales acreedores del país, para renegociar el pasivo externo que tenía el país con 12 estados. El encuentro se dio en París, y el mecanismo de discusión de pagos en un terreno neutral y con la posibilidad de dar explicaciones a todos los acreedores al mismo tiempo, determinaron que otras situaciones similares a las de Argentina utilizaran el mismo ámbito. Comenzó así a funcionar el Club de París. Argentina y sus default son un clásico del organismo. Hubo renegociaciones en 1962, 1965, 1985, 1987, 1989, 1991, 1992 y 2001. Lo que se renegocia, es el impago de Macri del 2019 y la postergación de Martín Guzmán del año pasado.
Fuente: Ámbito