La sexta jornada del juicio contra el sacerdote Agustín Rosa Torino por tres denuncias de abuso sexual tuvo el primer firme testimonio a favor del sacerdote: el de la madre superiora de la rama femenina del Instituto Hermanos Discípulos de San Juan Bautista, la organización que el acusado fundó y dirigía.

Daniela María Olmos, de nombre religioso «madre María Luz», llegó temprano, con los reconocidos hábitos marrones de la congregación y acompañada por otra monja que la esperó afuera, rezando el rosario mientras adentro la hermana declaraba.

Ante la mirada atenta de quien fue su principal educador espiritual y ahora está acusado, la mujer aseveró que nunca había escuchado sobre los abusos y negó haber sido testigo del episodio que relató quien fue una de sus colaboradoras más cercanas, la «hermana Magda», es decir, Valeria Zarsa, la exmonja que denunció a su superior.

El testimonio de la mujer, que viajaba constantemente entre las diferentes sedes del Instituto por España, Chile y México, consideró que los abusos eran «murmuraciones» o «interpretaciones». Dijo que quienes denunciaron y testificaron eran «muy compinches» y que «estaban inventando historias».

Sobre Valeria Zarza relató: «En México me dijo que un sacerdote y un doctor que la atendía en Toluca se le acercaban de manera inapropiada… del padre nunca me dijo nada».

Ante algunas de sus afirmaciones, la jueza Norma Beatriz Vera se mostró confundida y le hizo varias preguntas. Le consultó si se había emitido un «exhorto» para prohibir las «murmuraciones» en la congregación. La religiosa lo negó, aunque sostuvo que «las murmuraciones tienen mucho de mentira», afirmación que hizo constar el juez Roberto Faustino Lezcano.

El Tribunal le consultó a Daniela María Olmos sobre el rol de Eleonora Naranjo, una médica a quien varios testigos señalaron como la profesional a la que acudían las autoridades de la congregación cuando alguien «se sentía mal». También aseguraron que le advirtieron sobre los abusos y que incluso ella los derivaba a su cuñado, Fernando Núñez, para que los atendiera. Valeria Zarsa declaró que a ellos la llevaron cuando la medicaron con clonazepam porque contó que le dolía el cuerpo al punto de «no soportar los hábitos». La madre superiora reconoció a Naranjo como profesional de consulta y dijo que Zarsa «no fue a ningún psiquiatra».

Los otros dos testimonios a favor del sacerdote apuntaron a que quienes habían abandonado la Congregación «planeaban algo». Una joven que participó de un retiro espiritual aseguró haber recibido el llamado de uno de los sacerdotes que denunció haber sufrido abusos de Rosa Torino. La mujer indicó que este cura la llamó, en referencia a la salida de uno de los miembros de la organización, le aseguró que «esta vez se metieron con el soldadito equivocado» y le «advirtió» que hundirían al instituto y a Rosa Torino.

El cura está imputado por abuso sexual gravemente ultrajante por la duración y por ser ministro de culto reconocido, en perjuicio de dos víctimas, y abuso sexual simple agravado por ser ministro de culto en perjuicio de una tercera víctima. Lo acusaron dos jóvenes que se formaban como sacerdotes en su congregación y una exmonja.

“Me humillaba siendo paciente oncológico”

Un nuevo testigo declaró haber sufrido abusos por parte de Agustín Rosa Torino en la organización que el sacerdote dirigía: el Instituto Hermanos Discípulos de San Juan Bautista. Es la tercera denuncia que se suma en estos días a las tres iniciales por las que el cura llegó al banquillo de los acusados. Otro joven describió que lo sometió a situaciones de violencia.
Uno de los testigos, antiguo integrante de la congregación de Rosa Torino, aseguró haber sufrido maltratos, al punto de aún temerle al religioso, por lo que pidió que se retirara de la sala.
En una declaración virtual y nervioso, el testigo aseveró no saber quién lo llamó a declarar y dijo tener miedo por lo que Rosa Torino o alguien de su entorno “puedan hacerle”. El juez Maximiliano Troyano, le que aseguró “tanto el Tribunal como la fiscalía” garantizan su seguridad.
El testigo señaló que, tras hablar con el monseñor comisario que tuvo a su cargo el proceso canónico contra Rosa Torino, comenzó a recibir mensajes de WhatsApp, en los que le decían que era “malo, leucémico”, y que ninguna otra comunidad lo recibiría. “Yo callé muchas cosas porque no era fácil estar cerca de él, me maltrató y me humilló, a pesar de ser paciente oncológico”, agre    gó.
Otro de los testigos describió que Rosa Torino lo “revisó” porque tenía dolor de testículos. Otros jóvenes ya habían relatado episodios similares, en los que el religioso afirmaba que sabía de medicina y les pedía ver sus partes íntimas porque podían tener “varicoceles”.
“Josué Salas me dijo que Rosa conocía de enfermería”, aseveró el testigo, en referencia a la mano derecha del cura. También habló de la retención de documentos, irregularidad que ya se había mencionado en otros testimonios. A diferencia de los demás, en este caso hubo una denuncia penal.

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