Las altas temperaturas y la sequía persistente afectará la decisión de recuperar el stock ganadero, uno de los objetivos que intenta llevar adelante el ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, Julián Domínguez. En una búsqueda por aumentar la oferta para reacomodar los precios, un reciente informe de María Julia Aiassa advierte sobre un cambio en las condiciones que genera un obstáculo más para llegar a cumplir esa meta.
«Esto no solo afectará el escenario en el corto plazo, sino que también condiciona aún más la capacidad de recuperación de oferta ganadera para los ciclos venideros», alertó María Julia Aiassa, autora del informe de Rosgan.
En los últimos 15 días del 2021 se evidenció un cambio drástico en las condiciones climáticas. Las lluvias se cortaron abruptamente y las temperaturas comenzaron a trepar hasta superar los 40°C, situación que se sostuvo por varios días de manera ininterrumpida provocando un severo estrés térmico tanto en los cultivos como en el ganado.
En el corto plazo, en algunas zonas -especialmente en el norte del país- ya se están realizando destetes anticipados para aliviar a las vacas en lactancia, pero también, se está dando salida a muchos vientres sin posibilidad de subsistencia en un contexto como el actual: «Esto no solo redundará en la obtención de terneros más livianos, sino que, de generalizarse, podría determinar una zafra menos concentrada en los meses pico«, remarcó.
A su vez, ante los elevados precios que registra el ternero, es esperable que el criador tienda a desprenderse de otras categorías de hacienda, reteniendo la invernada, lo que podría llevar a una zafra aún más aplanada de lo que se vio en los últimos años.
Este escenario tampoco le es ajeno a la hacienda de consumo. También es probable ver una mayor salida de novillitos y vaquillonas destinadas a consumo que, hasta el momento encontraban en la recría pastoril una alternativa más accesible ante el encarecimiento del grano.
«Esta seca no solo puede seguir presionando al alza el precio del grano, sino que también, de prolongarse como se prevé hasta finales de marzo, podría terminar agotando anticipadamente la oferta forrajera disponible, así como las reservas programadas para transitar el invierno. Este efecto, de concretarse, recién se vería plasmado en el mediano plazo, siendo la alternativa que con menor urgencia adoptaría el invernador, pero que sin dudas se reflejará en una menor terminación de la hacienda. Si bien a nivel zafra de terneros no se espera una situación tan restrictiva como la vista el año pasado -donde se perdieron más de 650 mil animales- tampoco se espera una variación significativa en número de terneros destetados», explica.
En concreto, Aiassa señala que el 2022 no será el año en el que se comenzará a recuperar nivel de oferta. Hacia el largo plazo, ya pensando en las zafras de terneros de 2023 e incluso de 2024, es donde vemos una importante restricción en el nivel de oferta. «Los servicios que aun hoy se están dando en muchas zonas ganaderas, sin dudas se verán afectados por este contexto climático», sentenció.
En los últimos años se esta dando un corrimiento de los servicios puesto que, con inviernos más severos y primaveras tardías, la condición corporal de las vacas demanda más tiempo en recuperarse y la curva de servicios naturalmente tiende a prolongarse. Las condiciones de extrema sequía y fuerte estrés térmico que se han estado registrando desde mediados de diciembre muy probablemente terminen entregando menores tasas de preñez y, por ende, un menor destete de terneros en 2023.
De acuerdo a las últimas resoluciones publicadas por el gobierno, la llamada vaca conserva -correspondiente a categorías D y E, según tipificación- es una de las pocas categorías que goza de la liberación total para ser exportada y sobre la cual la industria presionará para recuperar niveles de ocupación de su capacidad instalada.
«Muy probablemente, cuando conozcamos los datos de stock ganadero a fines de diciembre de 2021, veamos finalmente estabilizarse o incluso crecer muy levemente el número de vacas», anticipa. Sencillamente la extracción o faena de vacas ha disminuido notablemente durante el último año (unas 300 mil vacas menos en 2020), esto en parte forzada por las restricciones impuestas a la exportación y en parte, por haber concluido ya una fase de depuración de vientres improductivos que se evidenció muy claramente en la extracción de los últimos dos ciclos, 2019 y 2020.
Sin embargo, Aiassa argumenta que este indicador no representa por sí solo una señal de recuperación del stock, puesto que estos vientres en producción deben lograr sostener o incluso mejorar las tasas de procreo y posterior destete, algo que en el último año solo alcanzó el 62% y en los últimos 10, apenas logra promediar un 63%. «Nuevamente, tasas aún muy retrasadas respecto de otras ganaderías desarrolladas. Mejorar esta base, sin dudas permitiría, amortiguar mucho más los efectos adversos a los que nos exponen años como los actuales, en lo que el factor climático juega su gran partido. Este, claramente, debe ser uno de los principales objetivos a lograr en los años venideros«, concluyó.