Durante su encuentro con Xi Jinping en el Gran Salón del Pueblo, Alberto Fernández elogió la revolución iniciada por Mao Zedong en 1949 y reveló que comparte la mirada ideológica del Partido Comunista chino. Las opiniones del Presidente fueron difundidas por la televisión estatal de China, y omitidas en la información oficial que se transmitió desde Beijing.
El cónclave entre Alberto Fernández y Xi se extendió durante cuarenta minutos y ocurrió en la madrugada del domingo (hora de la Argentina). Santiago Cafiero (canciller), Arabela Carreras (gobernadora de Río Negro), Axel Kicillof (gobernador de Buenos Aires), Sabino Vaca Narvaja (embajador argentino en China), el senador Adolfo Rodríguez Saá y el diputado Eduardo Valdés acompañaron al Presidente.
El vídeo con los elogios presidenciales al régimen comunista fue propalado por CGTN, una cadena oficial china que transmite las 24 horas. Es la misma cadena que difundió el inesperado diálogo entre Xi y Vaca Narvaja, en una obvia operación de marketing político.
En esta oportunidad, CGTN trasmitió una conversación distendida entre Xi y Alberto Fernández, y a continuación -como si fuera un bonus track-, repitió las imágenes del embajador argentino intercambiando palabras con el líder comunista.
Matanzas, hambrunas y persecuciones: antecedentes de la centenaria historia del Partido Comunista Chino
El Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural son los dos mayores desastres humanitarios provocados por Mao en el país. Hasta el día de hoy, su legado marca las cicatrices del cuerpo político en China.
Comenzó cuando el gran Timonel, como fue apodado Mao Zedong, trató de reconstruir la economía china -deteriorada por la guerra- siguiendo el modelo del comunismo soviético. En 1958 Mao lanzó el Gran Salto Adelante, un programa de desarrollo basado en la colectivización agrícola y una rápida industrialización. Fue un fracaso estrepitoso. Produjo lo que se denominó como La Gran Hambruna.
Entre 1959 y 1962 la producción de cereales colapsó y al menos 15 millones de personas murieron de hambre, una cifra confirmada por historiadores chinos (algunos historiadores elevan esa cifra a 55 millones). Se considera que fue la peor hambruna provocada por el hombre.
La Revolución Cultural se inició en 1965 cuando Mao, temiendo a sus rivales, declaró la guerra a “los representantes de la burguesía”. Fueron diez años desangriento caos -inspiraron al régimen de Pol Pot en Camboya y a Sendero Luminoso en Perú, por ejemplo- que dejó entre 400 mil y 20 millones de muertos; una economía arrasada, familias divididas, un patrimonio cultural milenario destruido y una nación traumatizada hasta el día de hoy.
Al PCC no le gusta hablar de ninguno de los dos eventos y aún limita las críticas a Mao, más aún bajo el régimen de Xi Jinping, quien tiene en el Gran Timonel un modelo, pese a que su familia sufrió terriblemente por la Revolución Cultural.

El 9 de septiembre de 1976 murió Mao Zedong y con él la Revolución Cultural. Desaparecido Mao, cayó La Banda de los Cuatro, el grupo que componían la viuda de Mao, Jiang Qing, y tres de sus colaboradores: Zhang Chunqiao, Yao Wenyuan y Wang Hongwen, quienes habían desempeñado altos cargos en el gobierno y ejecutado las purgas de la Revolución Cultural. Fueron juzgados públicamente y condenados a 20 años de prisión.
Dos años después, el tercer pleno del XI Comité Central celebrado en diciembre de 1978 en el hotel Jingxi de Beijing repudió decisivamente el estilo político y el legado económico de Mao, y puso en marcha el proceso de reforma que ha convertido a China en la ambiciosa superpotencia que es hoy.

Al mando de Deng Xiaoping, “el arquitecto” de la modernización china, comenzó entonces una nueva etapa de apertura económica. Con una mezcla de comunismo y libertad de mercado, lanzó lo que se denominó “el socialismo con características chinas”. Se abrió el país a las inversiones extranjeras y sus productos comenzaron a competir en los mercados internacionales.
Deng también introdujo medidas para garantizar que el país nunca se enfrentara a otro dictador como Mao. La piedra angular fueron los límites de facto en los términos del máximo cargo del país, de secretario de partido del Partido Comunista, dándole efectivamente dos mandatos de cinco años y no más. Una regla que en 2018 fue abolida por Xi Jinping.
En el relato convencional de la historia, Deng recibe el crédito por estas reformas. Sin embargo, investigaciones más recientes afirman que el crédito también debería ir a su predecesor, Hua Guofeng. El padre de Xi Jinping, Xi Zhongxun, también jugó un papel decisivo en el establecimiento de las primeras zonas económicas especiales en el sur de China.
El resultado de las reformas fue que entre 1978 a 2014, el ingreso per cápita de China aumentó 16 veces. Con base a la paridad del poder adquisitivo internacional de 1,9 dólares por persona por día, la incidencia de la pobreza extrema en China cayó drásticamente del 88,3% en 1981 al 1,9% en 2013, es decir, 850 millones de chinos han salido de la pobreza. La tasa de indigentes en China está por debajo del 1%. Es en ese sentido, se trata de la mayor revolución económica de la historia: nunca antes un número tan grande de personas había tenido una progresión tan intensa de sus condiciones económicas y materiales de vida en un período de tiempo tan corto.

Sin embargo, pese a la apertura económica, el país nunca logró la transición hacia la apertura política. Esa es una prerrogativa que siempre estuvo en manos del politburó del partido. Y en 1989, se reprimió brutalmente el movimiento de los estudiantes que protagonizaron las protestas en la misma plaza de Tiananmen en la que Mao había proclamado la república.
Las protestas llegaron al final de ladécada más libre del comunismo chino, cuando se permitió por primera vez que las empresas privadas prosperaran y cuando se discutió abiertamente la reforma política. Sin embargo, estudiantes y trabajadores continuaban molestos por la falta de democracia, la corrupción, la inflación y la llegada de productos de importación que sólo nuevos ricos podían permitirse.

No hay una cifra oficial, pero cuando los tanques del ejército comenzaron a aplastar las barricadas levantadas por los estudiantes, murieron cientos, y tal vez miles.
El impacto de la represión militar fue profundo, como lo demuestra el hecho de que el PCC trató de borrar el episodio de la memoria popular china. La reputación de los militares tardó años en recuperarse. La posición de China en el mundo sufrió inmensamente. Tras esa revuelta, además, el liderazgo decidió que, si bien las reformas económicas podían continuar, el gobierno del PCC debía endurecerse.