«Diez años significan mucha lucha, muchas trabas de la Justicia que mira para otro lado, que hizo un circo de juicio donde el poder político, judicial y mediático cordobés intentó cerrar el caso para dejar todo en el olvido». Viviana Alegre es la madre de Facundo Rivera Alegre, el “Rubio del Pasaje” como le decían en su barrio, desaparecido el 19 de febrero de 2012. «Nunca lo encontraron, imputaron a tres personas, dos hijos de supuestos narcos y un empleado del cementerio que dijeron que lo habrían cremado, pero nosotros como familia, compañeros y compañeras investigamos que en ese momento no funcionaban los crematorios», dijo Alegre en diálogo con Página12 desde Córdoba, mientras preparaba las actividades por el décimo aniversario. La hija de Facundo, Rocío, hoy tiene diez años. «Está más grande, hace más preguntas, y el Estado le debe la gran respuesta a ella más que a todos nosotros, mi nieta creció esperando a su padre, haciéndole dibujos. Quiere saber por qué no lo buscan y qué pasó con él», agrega esta mujer, sobreviviente de un accidente vial, y con familiares desaparecidos y apropiados durante la dictadura.
El 12 de marzo de 2012 Facundo hubiera cumplido 20 años. Vivía en la casa del pasaje Alejandro Carbó, del barrio Juniors, con su pareja y su hija recién nacida. Estudiaba música y tenía una banda con la que había debutado el 2 de enero de ese año, Pura K-ravana. Se había inscripto para estudiar arquitectura, y mientras tanto hacía albañilería y pintura. Viviana Alegre crió sola a sus hijos. Facundo era fanático de Boca, a su perro le puso Palermo. Sus amigos eran del grupo del colegio, de fútbol y de la banda, y cuando desapareció los interrogaron a todos. «Los policías me decían que estaba en Brasil donde vive uno de sus hermanos”, recuerda. Alegre habla con una suave tonada. Su cuñada dio a luz en la ESMA. Marco Alegre, que era maestro rural, y su compañera Natalia Regueira militaban en el ERP. Además sobrevivió a un grave accidente en la ruta hacia Santa Fe donde murieron tres personas. Le quedaron varios tornillos de platino en la pierna.
El 18 febrero de 2012 Facundo salió a un baile con los amigos. El 19 bien temprano Viviana sacó a pasear a Palermo, y vio que su hijo no había llegado. Era raro porque jamás se ausentaba así. Empezaron a buscarlo por todos lados. Ella recuerda que como usaba el pelo teñido –a veces de rubio, otras de celeste– y se ponía visera, lo paraban siempre. «Eran verdaderas razzias, y lo metían preso porque no tenía el documento», dice. Una semana después en una llamada telefónica anónima le dijeron que no lo iba a volver a ver nunca más. Todos los rastrillajes dieron negativo, y ella tuvo que esperar dos años para ver el expediente. Una testigo dijo que un amigo de ella, hijo de un ex comisario, contó que su padre con otros compañeros sacaban un bulto grande de detrás de la casa, que podía ser su hijo. Los investigadores se tomaron dos años antes de ir a esa casa, donde ya habían hecho un contrapiso y un quincho, tal como consta en el libro Desaparecer en democracia, (Marea, 2021).
Master en resiliencia
Los familiares de Facundo padecieron escuchas de sus conversaciones telefónicas, amenazas anónimas y un allanamiento ilegal. La noche que desapareció, dos testigos vieron a alguien parecido a Facundo a dos cuadras de la seccional de policía, y declararon que los policías lo levantaron, lo golpearon y uno de ellos les dijo ‘sigan viaje porque les va a pasar lo mismo’. La versión policial es que Facundo fue a buscar droga para la banda que tocaba en esa fiesta, donde actuaba un cantante cuyo padre es policía retirado de Catamarca. «Facu estuvo en el lugar y en el momento equivocados”. Viviana afirma que en el barrio Maldonado, adonde supuestamente habrían enviado a su hijo, «los narcos conviven con la policía, y con muchos de los soldaditos que usan para vender, que consumen y quedan hechos pelota».
Para el entonces gobernador José Manuel De la Sota tener un desaparecido en democracia era demasiado, el grado de conflictividad en la provincia era muy alto. En 2015, hubo un juicio por homicidio, pero no imputaron a ningún policía. “Hay que seguir nombrando a los desaparecidos, porque los gobiernos de turno pretenden que dejemos de hacerlo. Nos metieron una testigo que era buchona profesional de la policía para declarar a favor de ellos. Con el apoyo de Verónica Heredia y Adriana Gentile, actual abogada del caso, fuimos a la fiscalía para exigir que lo sigan buscando, porque no lo buscaron nunca”.
–¿En qué consistió el juicio?
–Se juzgó un homicidio sin cuerpo, pero el fiscal Gustavo Dalma encargado de buscar a Facundo dijo que seguiría por una razón ‘humanitaria’, como si me estuvieran haciendo un favor, y que cualquier dato que tengamos se lo hagamos llegar que él va a interrogar a quien sea necesario para obtener alguna pista que permita encontrarlo.
–¿Cómo siguió su lucha?
–Armamos un equipo con la abogada Gentile, la hermana de Luciano Arruga, Vanesa Orieta, Pablo Pimentel de la APDH La Matanza, y algunos abogados más a confirmar, planeamos una estrategia jurídica. Hace dos años pedimos la colaboración de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y de la Mesa de Trabajo de los organismos de Derechos Humanos de Córdoba, con el objetivo de volver a la búsqueda porque como el juicio ya terminó, la familia dejó de ser querellante. Facundo tenía hermanos que se fueron del país por las amenazas que sufrieron antes, durante y después de ese juicio. Aprendí que la lucha es larga, al principio bajé 11 kilos, tuve cáncer, por eso hoy trato de equilibrar con la ayuda de amistades y mi psicóloga, me junto con otras madres, padres y hermanos y hermanas para la lucha, y también compartir otras cosas, eso me nutre a pesar de la situación que nos convocó.
–¿Por qué cree que no lo encuentran a Facundo?
–Porque donde sea que esté debe haber otros desaparecidos más. De la Sota, cuya muerte no lo dignifica, es el responsable político, así como (Juan) Schiaretti, que es igual o peor. Son cómplices en un entramado enorme que contiene a la policía, a los narcos y al poder político y judicial cordobés. Siempre digo, hasta encontrarte Facundo Rivera Alegre. Te vamos a encontrar hijo.
Alegre es clara al mencionar las similitudes entre las historias: “Que nos hayan investigado a nosotros, las víctimas, es lo que hacen siempre. O que lo hayan buscado donde no está, como en España, porque el padre vivió ahí, como cuando de Santiago decían que estaba en Chile. Como dice el abogado Leandro Aparicio, tienen un manual, te repiten que ‘ya va a aparecer porque se fue de joda’”. Para ella lo que le pasó se transformó en un aprendizaje, y retomó sus estudios de Sociología. «Todo eso me permite reinventarme, fortalecerme y avanzar más fuerte en esta lucha».