El príncipe Harry y su mujer, Meghan, visitaron a la reina Isabel, a dos años de su renuncia a la familia real y su radicación en los Estados Unidos, en lo que se tomó como un indicio del delicado estado de salud de la monarca, de 96 años y ausente en las últimas audiencias.
El sorpresivo encuentro se desarrolló en el castillo de Windsor, al que la pareja llegó un día antes de dirigirse a La Haya, donde presidirán los Invictus Games, el evento deportivo fundado por Harry para los veteranos militares con discapacidades de guerra.
Según la prensa, los duques también se encontraron con el padre de Harry, el príncipe Carlos, una reunión de familia que no se producía desde hace un tiempo, en el que abundaron las diferencias públicas entre los Windsor en entrevistas, declaraciones y libros.
No trascendió si la pareja estaba con su hijo Archie, de dos años, y su hija Lilibet, de once meses, a quien la reina no conoce.
Pese a no haber asistido a la misa por Felipe, el príncipe Harry había adelantado su intención de encontrarse con su abuela «lo antes posible».
Para la prensa, esta reunión puede significar también un agravamiento de las condiciones de la soberana, de 96 años, que no ha asistido a varios eventos públicos en los últimos días, como el de ayer en la función tradicional del Jueves Santo y la prevista para el domingo con la misa de Pascua.