¿Cómo puede Joe Biden movilizar a Occidente frente a la guerra de Ucrania, cuando su autoridad diplomática y crédito político se ven menguados? Sin embargo, esto es lo que el presidente de Estados Unidos quiere hacer en las próximas cumbres del G7 y la OTAN.
El demócrata de 79 años viaja el sábado a Alemania, que alberga la cumbre del G7 (Estados Unidos, Alemania, Francia, Italia, Japón, Reino Unido, Canadá). Luego irá a España, donde se reúne la alianza militar occidental.
«No importa a dónde vaya en el mundo, pero ¿adivinen qué? Les digo ‘Estados Unidos ha vuelto’. Me miran y dicen: ‘¿Hasta cuándo?'», dijo recientemente Biden durante un acto sindical.
La pregunta también se puede plantear de la siguiente manera: ¿durante cuánto tiempo podrá Joe Biden animar la respuesta a la invasión rusa de Ucrania, con la entrega masiva de armas y duras sanciones económicas?
Ello, mientras los precios de la energía y los alimentos se disparan en todo el mundo, como consecuencia de la guerra, las sanciones a Rusia y la pandemia de Covid-19.
«En algún momento, se convertirá en un juego de paciencia: lo que los rusos pueden soportar y lo que Europa está dispuesta a soportar», consideró el martes el presidente.
También lo que Estados Unidos está dispuesto a soportar. Ucrania ahora ocupa mucho menos espacio en las noticias de la televisión local que el riesgo de una recesión, la inflación y el precio récord de la gasolina.
Y Biden paga con un índice anémico de popularidad, en torno al 40%. Muchos encuestadores pronostican una bofetada para los demócratas en las elecciones legislativas de noviembre. De ocurrir, el presidente perdería su escasa mayoría parlamentaria y se replantearía la cuestión de su candidatura a la presidencia de 2024, que, por el momento, es su ambición declarada.
Hasta ahora, Biden ha logrado, en el panorama internacional, hacer olvidar estas decepciones.
En Alemania, hará «propuestas concretas para aumentar la presión sobre Rusia», dijo el miércoles un alto funcionario estadounidense, sin dar más detalles.
La misma fuente indicó que el tema de la energía, cuyo costo se dispara, volverá a ocupar «el centro de las discusiones» en el G7, un organismo surgido en respuesta a las crisis del petróleo de la década de 1970.
Pero el ambiente cambió desde la última gira de Biden por Europa en marzo, en la que los occidentales reafirmaron su unidad.
El conflicto en Ucrania ha tomado otro giro, concentrándose en el este del país y convirtiéndose en una guerra de posiciones.
«El triunfalismo inicial, cuando le dimos (al ejército ucraniano) pequeños armamentos y equipos antitanques bastante baratos, debe conducir a un apoyo más sólido y duradero» a nivel militar, subraya Max Bergmann, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales.
«Será realmente difícil para los ejércitos europeos. Y será un desafío para Estados Unidos», agrega.
Otro desafío para Biden será mantener el nuevo impulso de la OTAN, y quizás aprovechar su paso por Madrid para desentrañar una situación complicada.
En efecto, Turquía amenaza con bloquear el ingreso a la OTAN de Suecia y Finlandia, algo que Washington defiende ardientemente.
No obstante, un alto funcionario aseguró que la Casa Blanca es «optimista» sobre la capacidad de encontrar un consenso con Ankara.
Por otra parte, Biden quiere montar un frente unido para su principal prioridad estratégica: China.
Según la Casa Blanca, ello se traducirá en la adopción por parte de la OTAN de un nuevo «concepto estratégico» que mencione por primera vez los desafíos que impone Pekín. Además, el G7 debería emitir advertencias sobre las prácticas comerciales de China.
Las principales potencias también quieren lanzar una «asociación» en infraestructura para países en desarrollo, inundados con fuertes inversiones chinas.