Los cuerpos de dos sacerdotes jesuitas y un guía de turistas asesinados por hombres armados dentro de un templo de una zona rural de Chihuahua, en México, fueron hallados luego que los asesinos se los llevaron consigo, pero todavía no se registra ninguna detención.
Sin embargo, las autoridades señalaron que los homicidas son tenazmente buscados por cielo y tierra en la zona Tarahumara, habitada por la etnia del mismo nombre, una de las zonas más peligrosas de México.
Mientras aún la indignación general provocada por los asesinatos, en especial de los clérigos, que aumentaron a 7 la cifra de sacerdotes muertos en los últimos 3 años y medio, autoridades anunciaron que los cuerpos de Javier Campos, de 79 años, y Joaquín Mora, de 80, así como el del guía de turismo Pedro Palma, fueron finalmente recuperados.
La gobernadora María Eugenia Campos informó que los cadáveres de las personas asesinadas en el municipio de Urique fueron finalmente localizados y de inmediato las pruebas forenses preliminares confirmaron su identidad.
Sin embargo, no dio a conocer el lugar donde se encontró a las víctimas, bajo el argumento de que «ante hallazgos de esta índole en la investigación se prioriza la certidumbre científica y una comunicación respetuosa de las víctimas, sus familiares y comunidades dolientes».
El principal responsable del asesinato, un hombre conocido como «El Chueco», jefe de la célula del Cártel de Sinaloa que opera en la región, es el principal objetivo de la verdadera «cacería humana» que llevan adelante fuerzas locales y federales, que incluyen a miembros de la Guardia Nacional, el Ejército y la Marina.
La Compañía de Jesús señaló en un comunicado que «la Sierra Tarahumara, como muchas otras regiones de México, enfrenta condiciones de violencia y olvido que no han sido revertidas».
«Todos los días hombres y mujeres son privados arbitrariamente de la vida, como hoy fueron asesinados nuestros hermanos», indicó la orden católica, la cual señaló que «no callará ante la realidad que lacera a toda la sociedad».