El mundo ha cambiado de rumbo. La humanidad va hacia una sociedad global donde la energía de los motores a combustión está a punto de extinguirse mientras ya transitan por la avenidas de los países más adelantados vehículos propulsados por electricidad o hidrógeno. Incluso, se lee en ocasiones de que incluso se ensayan motores que funcionan con agua.

Mientras esto ocurre en las latitudes más alejadas, en la República Argentina escasean las naftas y el gasoil. En ese desconcierto los salteños están peor que todos los demás porque en esta provincia también escasea el agua; es decir, que esto sumado al costo de la electricidad, los lugareños tendrían que ir haciéndose a la idea de volver al tránsito pedestre y al transporte a lomo de mula, lo cual iría muy bien el con talante tan tradicionalista de esta provincia que un día se enriqueció precisamente por ser sitio de acopio del ganado mular.

Sin embargo, en la evolución de los significados y significantes de la gramática, el término “burro”, “asno”, “pollino” y similares se fue ampliando para designar a personas que carentes de mayor carga neuronal apenas podían rebuznar, sobre todo si se encuentran en manadas o esquemas directivos.

Resulta un atentado al concepto de civilización que mientras todo ese movimiento de progreso en el terreno de la energía ocurra en el mundo, en Salta, una provincia estratégica no haya agua. Con la trágica secuela de que no habiéndola en la propia Capital de la provincia su escasez en las zonas periféricas cause enfermedades que llevan al deceso de niños y mayores.

¿Será quizás porque los teóricos del manejo hídrico han involucionado al estado mular? Porque tan benéfico animal es sinónimo de soportar sobre su lomo cualquier peso que la desmedida humanidad le coloca para su beneficio; luego, sólo quien tiene las orejas tan largas puede soportar tanta carga, tanto peso de críticas que van desde lo jocoso hasta lo patibulario sobre sus espaldas como quien preside la empresa Aguas del Norte y continúa su marcha tan impávido como el noble bruto de quien hacemos elegía en este escrito.

Hay que decir en consuelo de García Salado que lo suyo ya debiera incluirse en el ámbito de lo estoico sino también de lo patriótico, porque únicamente las almas nobles llevan adelante la tarea de conducir un organismo que se hunde en su propio líquido elemento. Patriótico porque García Salado ha logrado en este tiempo de Bicentenarios llevar a conocimiento de la ciudadanía las formas de vidas coloniales recreando al aguatero, eso sí con camiones y no con barrilles tirados por bueyes lo cual demuestra que García Salado tiene además conciencia y compromiso con los derechos de los animales.

Es además el único funcionario que inaugura grandes obras de infraestructura como la planta situada en el municipio de La Caldera que promueve el ahorro en el gasto del agua tan preciada ya que no funciona o lo poco que lo hace mantiene los estándares mínimos de consumo que había hasta el momento de inaugurarla.

Si Discépolo cantaba “Siglo XX cambalache”, García Salado lo ha superado cambiando la letra del célebre tango por “Siglo XXI cambalache”, lo cual dice del presidente de Aguas del Norte que también es un ávido lector pues lleva a la práctica aquello del Tancredo, el personaje que inmortalizara Tommaso di Lampedusa en “El Gatopardo”, cambiar todo, para que nada cambie.

Pero además, García Salado es un visionario que propone un futuro ganancioso para los salteños en materia de turismo ya que sin agua, la provincia de Salta se convertirá en un enclave donde de todas partes del mundo vendrán a ver cómo la tracción animal se mantiene vigente y los ciudadanos en los pueblos y ciudades danzan alrededor de un tótem con su cabeza en la punta para invocar a la lluvia.

Y pensar que el gobernador de la provincia, el Dr. Gustavo Sáenz, hizo tanto esfuerzo para sacar de las calles la tracción a sangre.

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