Ocurrió un 5 de marzo de 1996. Ese día el presidente Carlos Menem inauguró el ciclo lectivo en la localidad salteña de Tartagal que por entonces incubaba un estallido social que terminaría produciéndose un año después por la cantidad de desempleados que generó la privatización de YPF y el impacto que tuvo en los comercios y servicios de la región que ya no tenían a quien venderle.
Fue entonces cuando Menem realizó uno de los anuncios más recordados de su presidencia: los vuelos espaciales a la estratósfera que permitirían viajar en una hora y media de Argentina a Japón. El anuncio se dio en medio de enfrentamientos con el gremio docente, aunque el excéntrico proyecto logró desviar el foco en esos días y con el paso de los años se convirtió en una de las promesas más recordadas de la política nacional.
Ayer el periodista Pedro Molina publicó un informe en el diario La Nación titulado “Vuelos a la estratósfera. Cómo se originó el anuncio más sorprendente de Carlos Menem, porqué no se concretó y qué pasó con la nave”. Allí recuerda que el ex presidente empezó diciendo en Tartagal lo siguiente: “hace pocas horas recibí a una empresa multinacional que está operando en Argentina”. Menem nunca precisó el nombre de la multinacional, pero ahora el ingeniero aeroespacial argentino Pablo de León, que trabaja en la NASA desde esa época, reveló que se trataba de Lockheed Martin, “la empresa a la que Menem le había entregado la Fábrica Militar de Aviones. Como contrapartida, le hicieron el cuento de que iban a fabricar partes de ese avión aeroespacial en la planta de Córdoba”.
“Lo que no se imaginaban los estadounidenses es que el ex presidente saldría de esa reunión y un rato después lo anunciaría en un discurso público” destaca el informe. Lockheed Martin había recibido la concesión por 25 años de un lugar simbólico para la aeronáutica nacional. Allí se habían desarrollado aviones pioneros a nivel continental como el Pulqui 1 y el Pulqui 2, también el avión de combate Pucará y la construcción de algunas partes del Programa Cóndor: “un misil dual –con fines militar o lanzador de satélites- que incomodó al gobierno estadounidense por su potencial bélico”, recuerda el informe.
“Años después, de León accedió a informes de la CIA (amparado en la Freedom of Information Act) donde ratificó su sospecha y comprobó la presión norteamericana hacia Carlos Menem y Domingo Cavallo, principalmente a través del embajador, Terence Todman para detener el Programa Cóndor” resalta Molina quien cita testimonios que daban cuenta que se podría haber continuado el Programa Cóndor sin los fines bélicos, pero se destruyó todo el desarrollo que se había hecho. “A algunos de los que tuvieron un papel importante en el Cóndor los persiguieron y a otros los cambiaron de trabajo. A los especialistas de balística interior los mandaron a cortar el césped del aeropuerto y a unos ingenieros aeroespaciales los mandaron a un proyecto de ecología en la Antártida. La intención era desarmar los grupos de trabajo y que esa gente fuera inocua”.
“Consciente de esa compleja situación, el presidente necesitaba dar una buena noticia en materia de Defensa y se embaló con lo que le contaron los representantes de Lockheed Martin. Si la opinión pública cuestionaba la interrupción de proyectos nacionales y el desuso de la Fábrica Militar de Aviones, él tendría una propuesta superadora: vuelos a la estratósfera que saldrían desde ahí”.
En esa reunión previa al anuncio de Tartagal, los representantes de la compañía llegaron con una maqueta traída desde Estados Unidos con la moderna nave X-33. La propuesta de Lockheed Martin todavía no había sido seleccionado por la NASA y competía con las de dos compañías aeroespaciales: Rockwell y McDonnel Douglas. A pesar de que Lockheed Martin ganó la licitación en junio de ese año, nunca llegó a producir la nave.
Sin plataforma para ir a Japón en dos horas y sin el flujo de trabajo que tenía antes de la privatización, la Fábrica Militar de Aviones nunca volvió a ser la misma. Durante algunos años, la usina generadora de proyectos de vanguardia se transformó en un galpón de mantenimiento. En 2009, el Poder Ejecutivo Nacional compró las acciones de Lockheed Martin Aircraft Argentina y la planta volvió a producir. Hoy, 26 años después, lo único que queda del ambicioso proyecto es la frase viral del expresidente, mucho más conocida que el contexto en el que la pronunció.