Es el mayor felino de todo el continente americano, fue el gran amo de las selvas y venerado por los pueblos originarios que consideran tener un lazo con él. Pese a ello, el avance de la civilización arrastró consigo al yaguareté y le quitó más del 95% de su área de distribución en Argentina, donde se estima que solo quedan unos 250 individuos.
Para contrarrestar esta realidad y evitar su completa desaparición, distintas organizaciones nacionales y fundaciones con origen extranjero, desarrollan en el país campañas de concientización para proteger a los que quedan y desde hace diez años se inició un proyecto que busca recuperarlo por medio de nacimientos y a modo de penar su cacería, en Misiones es considerado Monumento Natural desde 2001.
Además, el 1 de marzo de 2018, la Conferencia de las Partes del Convenio sobre Diversidad Biológica (COP14) dispuso que cada 29 de noviembre se celebre el Día Internacional del Jaguar. Haberle otorgado un día a la especie tiene como finalidad que “la gente reconozca el rol fundamental que juega el jaguar en el mantenimiento de los ecosistemas naturales”, sostuvo María José Villanueva, directora de conservación del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, World Wildlife Fund, en inglés) de México en declaraciones a la agencia EFE.
El primer relevamiento poblacional en la región se realizó en 1995 por parte del equipo del investigador brasileño Peter Crawshaw, y se estimó que 400 yaguaretés habitaban el Bosque Atlántico del Alto Paraná. Sin embargo, en 2005, cuando se reanudó el estudio, se registró una alarmante reducción del 90 %: quedan solo entre 30 y 54 individuos viviendo en la región. Aunque el estudio de 1995 y el de 2005 se hicieron con metodologías distintas, el resultado fue alarmante.
Con el paso de los años, y con un esfuerzo compartido, el número poblacional de yaguaretés se fue recuperando paulatinamente. En 2014 la población comenzaba a recuperarse y se estimaba que quedaban entre 51 y 84, mientras que en 2016 las cifras aumentaron de 71 a 107 individuos. En 2018, los estudios confirmaban una tendencia de aumento poblacional, entre 84 y 125.
El último monitoreo se registró entre 2020 y 2021 y fue el más grande desde que se controla a las poblaciones del yaguareté e indicó que son aproximadamente entre 76 y 106 los yaguaretés (con una media de 90) y abarcó más de 560.000 hectáreas, donde se colocaron 215 estaciones de muestreo provistas con cámaras trampas.
El objetivo de evitar la extinción
Desde el conservacionismo buscan cuidar de los yaguaretés que quedan por medio de distintas campañas que tienen el fin de concientizar, sobre todo, a pobladores y turistas de las áreas donde habitan o caminan, y también existe un proyecto que busca la recuperación de individuos.
Entre las amenazas que los afectan, las mayores son la deforestación y la pérdida de hábitat, la cacería y el atropellamiento de yaguaretés y otros animales. Actualmente, su hábitat se redujo a las yungas, en Salta y Jujuy; Misiones; la región del Chaco (Chaco, Formosa y Santiago del Estero) y Corrientes, donde ya fue reintroducido.
Pese a las dramáticas cifras que dan cuenta de los serios peligros de extinción, aún hay esperanzas de revertir la situación. “En la selva misionera aún se conserva una población de alrededor de 90 individuos, en la región del Chaco se estima en 20 yaguaretés, al menos 120 en las yungas, mientras la especie ha sido re introducida con éxito en Corrientes. Es necesario que organizaciones, instituciones, el sector académico, gobiernos y la sociedad se sumen para revertir el resultado!, piden desde Vida Silvestre.
A la vez que desde Fundación Rewilding Argentina sostienen: “Lo que nosotros decimos es que, por supuesto, hay que hacer los mayores esfuerzos como están haciendo muchas organizaciones y algunos gobiernos para que esos 250 ejemplares sigan viviendo, como proteger su ambiente ya que perdió más del 95% de su área de distribución en Argentina y queda en reductos muy pequeños, comparados lo que era su distribución original, entonces una política de conservación del yaguareté, aunque tiene que hacerse, no puede limitarse a conservar lo que queda sino que hay que recuperar lo que perdimos. En ese sentido trabajamos desde la Fundación Rewilding Argentina”, dice Sebastián Di Martino sobre el proyecto de Iberá que lleva casi 10 años, hace dos liberó a los primeros individuos.
Sobre ese objetivo, agrega: “Si bien dista de ser un proyecto terminado o que se puede decir que ha resultado exitoso, sí está yendo muy bien, con lo cual se demuestra que no es imposible recuperar una especie como este de gran carnívoro, como se creía hasta no hace mucho tiempo. Estoy convencido de que no podemos ya seguir, como yo siempre digo, resistiendo en la trinchera tratando de no perder más territorios, sino que hay que salir, contraatacar y recuperar territorio perdido. Eso es lo más importante y es lo que se está haciendo en Iberá y es lo que se está haciendo en Chaco, en El Impenetrable”.
En el caso de Fundación Vida Silvestre Argentina, trabajan por la conservación del yaguareté en el Bosque Atlántico, que involucra la selva misionera y es la ecorregión que comparten con WWF Brasil y WWF Paraguay hace más de 20 años.
“En 2002 iniciamos nuestra colaboración con los científicos que permitieron conocer la cantidad de individuos de la especie presentes en el bosque atlántico, su rango de distribución y sus requerimientos y junto con otras organizaciones, comunidades y gobiernos trabajamos arduamente para aumentar la población de la especie. Mediante acciones de educación y extensión ambiental, de comunicación y apoyando a los guardaparques misioneros estamos haciendo frente a la cacería, uno de las principales problemáticas. A su vez, colaboramos en la resolución positiva de los casos de conflicto entre el yaguareté y las comunidades”, señaló Manuel Jaramillo, director general que haciendo un paralelo con el Mundial, reflexiona: “Ahora que estamos todas las personas pendientes del mundial, tenemos que entender que el yaguareté se está jugando un partido clave y decisivo, el de la extinción”.
Esta fundación tiene el apoyo y cuenta con el trabajo conjunto realizado con los investigadores del CONICET nucleados en el Proyecto Yaguareté. “Mediante los monitoreos periódicos que se realizan, podemos decir que a través del trabajo interinstitucional prácticamente logramos duplicar la cantidad de yaguaretés presentes en la selva misionera”, aseguró Jaramillo.
En 2005, los estudios que realizaron -dice- reflejaban que la población había sufrido una drástica reducción y sólo quedaban alrededor de 40 individuos en Misiones y el Parque Nacional do Iguazú, de Brasil. En 2020, el mismo análisis demostró que la población aumentó a 90 individuos, aproximadamente.
“En la actualidad, hace unos meses junto a socios en Brasil y Paraguay, comenzamos un nuevo relevamiento con cámaras trampa en 250 estaciones en un radio de 500 mil hectáreas, en breve tendremos otra estimación poblacional que nos permitirá saber si nuestro trabajo sigue rindiendo frutos”, aseguró.
Haciendo una proyección a futuro y considerando los hasta ahora resultados exitosos del proyecto de recuperar a la especie, Di Martino señala: “Lo más importante es que estamos viendo que es posible recuperar poblaciones de yaguaretés, entonces yo sueño con una población de yaguaretés saludable en Iberá, dentro de algunos años; lo mismo que en El Impenetrable (Chaco), donde la especie está prácticamente desaparecida y que eso ayude a conectar a las poblaciones todavía remanentes, sobre todo, en Yungas (en Salta y Jujuy), y en la selva misionera, en Misiones, que está muy aislada. Creo que si estos proyectos van bien hay muchas otras regiones de Argentina donde se podría recuperar al yaguareté”.
En ese sentido, se esperanza: “Creo que la cifra de los 250 ejemplares que quedan, aunque es un número estimado, se puede revertir, pero hay que seguir trabajando. Hay sectores donde parece que a la especie le está yendo bien como, por ejemplo, en la zona norte del Corredor Verde de Misiones, pero hay otros lugares donde le está yendo mal como el sector sur del mismo sector, ahí la estamos perdiendo. Hay que tener optimismo y también reconocer que en algunos lugares estamos avanzando y en otros retrocediendo”.
En ese tono opina Jaramillo poniendo el foco en los número del crecimiento de la población desde 1995, asegura: “Esto demuestra que es posible revertir el número actual y que los esfuerzos de la comunidad, organizaciones y gobierno brindan resultados positivos”.
La especie en América
Originalmente, el yaguareté habitaba desde el norte de la Patagonia argentina hasta el sur de los Estados Unidos, por eso, la especie es llamada de diversas formas según la cultura y región en que habitaba: yaguareté, el pintado, onça pintada, nahuel, tigre americano, jaguar, balam, entre otros. Sin embargo, su hábitat y por ende su población, se están reduciendo en Argentina y se extinguió en Uruguay y El Salvador.
Es el más grandes dentro de los felinos de la región y el tercero a nivel mundial, después del tigre de bengala y el león. Su especie se considera “indicadora” de la salud del ambiente ya que cumple una función importante en el mantenimiento de sistemas naturales que proveen de servicios ecosistémicos vitales para el bienestar de la naturaleza y las personas. Por ello, su conservación y la de su hábitat protegen indirectamente a otras especies de flora y fauna, y asegura una naturaleza sana para las personas.
Además, es un predador tope, es decir, que se encuentra en la cima de la pirámide alimenticia. Esta condición, sumada a que requiere grandes extensiones de territorio para vivir, hace que sea una muy sensible a las alteraciones del ecosistema e incluso llega a ser el primero en desaparecer cuando el hábitat se deteriora.
La relación espiritual entre el yaguareté y los pueblos originarios
Son muchas las historias reflejan el valor espiritual que los puebloe originarios le dan al yaguareté: para el pueblo Ava Guaraní, la figura del jaguar es parte fundamental en algunas de sus ceremonias; el pueblo Chané lo considera un miembro más de la familia y el pueblo Wichí lo hace parte de los diseños elaborados con Chaguar por las mujeres de la comunidad, también para los wichí de Pilcomayo “es su lenguaje, su palabra viva”.
En el caso de los habitantes del pueblo Ava Guaraníes ellos mismos se consideran personas jaguares, que defienden el monte.