La verdad detrás de los US$ 52 millones que recibiría la Selección Argentina 52 millones de dólares es el premio económico para la Selección Argentina, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y el cuerpo técnico por ser campeones del mundo, ¿pero van a recibir esa suma de dinero? No, en principio no. 

A menos que AFA, FIFA y Conmebol lleguen a un acuerdo inédito para el pago de este tipo de premios, los integrantes de la Scaloneta recibirán bastante menos de la mitad de esta cifra. 

Terminó la Copa del Mundo Qatar 2022 y, además de la gloria, los jugadores campeones del mundo, la AFA y el cuerpo técnico de la selección se hicieron acreedores de US$ 52 millones. 

Ese es el monto exacto que deberían cobrar entre todos, si se suma el premio otorgado por la FIFA (US$ 42 millones) y el premio de la Conmebol (US$ 10 millones). 

Pero la realidad, esa que viene golpeando desde la instauración del cepo cambiario a miles de exportadores argentinos, así como a trabajadores freelance con clientes en el exterior, entre otros, los golpea en la cara: no hay ninguna chance de repartir esa millonaria suma de dinero entre los premiados y la pérdida de dinero será bastante importante. 

¿Por qué? La explicación responde a la ridícula normativa vigente en Argentina, en materia cambiaria e impositiva. Si bien en los torneos deportivos -tanto individuales como colectivos- el primer país en cobrar impuestos es el país anfitrión, esta condición no está presente en la Copa del Mundo, por pedido expreso de la FIFA. 

Por lo tanto, la entidad que rige el fútbol argentino, o sea, la AFA, debería recibir el premio libre de retenciones y descuentos. 

Sin embargo, este Mundial tuvo un campeón distinto porque en Argentina el premio está sujeto a un impuesto a las exportaciones del 7,25% y a la conversión de dólares a pesos argentinos al ficticio tipo de cambio oficial. Todo esto asegura una importante reducción del monto final a cobrar. 

Además, una vez que el dinero final llegue a destino, la AFA enfrentará el infierno impositivo argentino: tendrá que pagar el impuesto a los Débitos y Créditos Bancarios -o impuesto al cheque- por las transferencias a cada jugador. 

Por supuesto que esto en otro país no sería así. De haberse consagrado Campeón del Mundo cualquier otro seleccionado, el premio monetario que la federación de fútbol de su país hubiera recibido sería el monto exacto enviado por la FIFA. Suena lógico, ¿verdad? 

Los jugadores, por su parte, terminarán recibiendo alrededor de un millón de dólares cada uno, cuando tendrían que recibir el doble. 

Al considerarse este ingreso como ingreso ordinario de fuente extranjera, no habría más retenciones en Argentina para los jugadores que posean residencia fiscal fuera del país. En cuanto al Impuesto a las Ganancias, los integrantes del plantel y el cuerpo técnico que residen en el exterior responderán a las leyes de cada país. Franco Armani, en tanto, es el único integrante del plantel que juega en el medio local y, como tal, tendrá que pagar también este tributo. 

Quizás esta misma situación afecta a algún otro jugador de la selección que se fue de Argentina durante 2022 y aún no ha logrado su baja fiscal de AFIP. Esta es la verdad detrás del premio de US$ 52 millones que, con las barreras de la normativa argentina vigente en materia cambiaria e impositiva, se va diluyendo poco a poco. Y, antes de responderles a quienes en redes sociales escribieron que uno o dos millones de dólares debería darles lo mismo, me permito compartir algunas reflexiones finales: 

– Si son millonarios es porque se ganaron serlo en buena ley, sin robar nada a nadie. 

– Aun cuando para algunos de los jugadores de la selección la diferencia no sea representativa, es dinero que les corresponde a ellos y no a la AFIP ni al Banco Central argentino. 

– Hay jugadores para quienes esa diferencia sí es relevante, y ni hablar de varios de los miembros del cuerpo técnico (que incluye masajistas, utileros, etc.). 

– Este caso es muy útil para visibilizar un problema que tienen muchísimos argentinos que se rompen el lomo para llevar comida a sus mesas en un contexto normativo sumamente hostil e injusto

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