El joven dijo que huyó por miedo, por falta de garantías y por temor a no poder defenderse de una acusación que no tiene sustento, ya que tanto él como su hermano no son gente ligada al tráfico de cocaína ni a negocios de esa calaña.
Al ser consultado sobre cómo se declara dijo: «Totalmente inocente», ya que no tenía razones de peso ni enemistad de tanto encono para realizar tamaño trabajo, afirmó. Relató que en el barrio era vox pópuli que Quino Almaraz estaba en problemas con traficantes de peso, que almacenaban la mercancía en su puesto, convertido desde hace un tiempo en aguantadero de narcos y fugados de la Justicia.
Dio nombre y contó cómo se sucedieron los hechos, que al parecer ocurrieron en horas de la noche cuando Almaraz fue ubicado en un descampado donde pastaban sus animales.
El joven dijo que terminaron cuatro personas detenidas por los decires de un tal «Chino», que los acusó directamente a ellos, pero que a su vez nunca fue investigado, que le crearon una enemistad manifiesta con el fallecido y que lo que lo colmó fue que le dijeron que tenían una prueba odorífica que lo condenaría a 30 años de prisión.
Manifestó, además, que su fuga se produjo después de que casi todos los detenidos estaban ebrios tras la Navidad y que no rompió nada, solo forzó un barrote que ya estaba roto. Aseguró que quería probar su inocencia y deambuló buscándola.
En su relato de lo que realmente sucede en el norte provincial dijo que todos, de una u otra manera, están vinculados con el flagelo de la droga, pero que en Pichanal no hay personas capaces de hacer ese trabajo de decapitar y llevarse la cabeza como prueba de muerte. Deslizó que le cabe que un familiar de la víctima dijo -en su momento- que al hallar el cuerpo había una nota sobre los restos de la que nadie quiso hablar, que se tejieron versiones que la cabeza apareció, pero que siempre fueron versiones.
Luego dijo que en ese puesto se reunían los más «pesados» de la zona y que allí también estuvo aguantándose Alejandro Cabezas, el sicario de Orán, que tomó notoriedad cuando se pavoneaba por las redes sociales de ajusticiar personas por 80.000 dólares.
Cabe señalar además que la muerte por decapitación de Almaraz se produjo apenas días después de que fuera ajusticiado en Salta capital un hombre vinculado a la política, quien a su vez había visitado en la cárcel de Orán al mismísimo Alejandro Cabezas, caso que tiene en esta capital a tres personas detenidas, padre e hijos.
El joven aseguró que es completamente inocente y a la vez dijo que un chico declaró en la causa y señaló a un tal «Chino» y a dos sicarios llegados de la vecina República Plurinacional de Bolivia, como quienes habrían consumado el horroroso crimen, cuyo móvil sería el robo o «mejicaneada» de nada menos que 100 kilos de cocaína.
El relato del joven estremecedor y claro graficó en parte lo que realmente sucede en el norte argentino.
Dijo que se entregaba para luchar por su inocencia, por su libertad y para que la Justicia investigue el fondo de la cuestión. «Tengo miedo, mucho miedo por mi persona, por mi familia y por mi hermano.
Tengo miedo a las represalias por no aceptar que se nos condene sin investigar, sin que busquen las razones que puede tener una persona para matar y llevarse la cabeza de trofeo, esa clase de gente no hay en Pichanal», dijo antes de entregarse.