El Indec puso punto final a los pronósticos, cálculos y expectativas generados en torno a la inflación al anunciar que en diciembre fue del 5,1%. Con esta cifra, el Gobierno se garantizó cerrar el 2022 con un indicador sin tres números.

Pero el 94,8% acumulado durante el año pasado trajo un alivio exagerado. Porque seamos sinceros: si bien el impacto hubiese sido totalmente diferente con un IPC de más de 100 puntos, eso no significa que haya mucho que festejar.

Quien menos debe celebrar es el Gobierno. Es que, si miramos el escenario completo con el que llegó hasta estos días y lo comparamos con otros años electorales, tiene todas las de perder. Y no hablo sólo de elecciones.

Por empezar, los estudios difundidos por los principales analistas privados arrojan cifras iguales a las informadas la semana pasada por el organismo nacional de estadísticas. O sea: un promedio de 95% de inflación para 2023.

Aún cuando el equipo económico jura y perjura que los próximos meses va a desacelerarse este indicador, muchas son las variables que presionarán el IPC durante este año. 

El termómetro del dólar

Uno de los aspectos que hay que considerar, cuándo no, es el dólar. El oficial sufrió una devaluación acentuada desde la llegada de Sergio Massa al Ministerio de Economía.

En efecto -y pese a que se buscó no levantar demasiado la perdiz sobre el asunto- la cotización fue subiendo en paralelo con el aumento de la inflación a lo largo de los últimos meses.

Así, llegamos a enero con una devaluación que reflejó la corrección respecto a la suba de los precios. ¿Esto significa que no hay margen para más ajustes en la cotización del oficial? Yo diría que no.

Para comprender mejor esto hay que mirar las pizarras del dólar informal, que arroja un dato para seguir muy de cerca: el valor está 85% por arriba de la inflación en el acumulado de los últimos 6 años. Sí, indica que hay un retraso cambiario.

¿Cuáles serían las consecuencias? Si el Gobierno continúa con su política de devaluación, para lograr acompañar efectivamente el valor de la divisa norteamericana a la que pueden acceder todos los argentinos, es muy probable que la inflación crezca. Y mucho.

Una base demasiado amplia

El otro aspecto que también hay que poner en el análisis es la base monetaria. Los números oficiales hablan de un cierre de 2022 que marcó un verdadero récord si se lo compara con los 6 años anteriores.

La «maquinita» es una de las herramientas que más usan los gobiernos para cubrir los rojos fiscales. Por eso, no debería ser una sorpresa entonces que haya crecido más del 40% el año pasado. 

No obstante, el inconveniente es el momento en el que se dio. Porque recordemos que éste es un año electoral y, precisamente, ampliar la base monetaria es el camino que eligen los políticos para mostrar gestión.

Llegar a enero con una emisión tan grande en momentos previos a una elección es, probablemente, una de las jugadas más arriesgadas que hizo el Gobierno. El riesgo está, precisamente, en que no se prenda fuego todo antes de las PASO.

Ya no sirve ni el plazo fijo

Para cerrar, vamos a hablar de uno de los mecanismos más utilizados para apaciguar -o, mejor dicho, para intentar apaciguar- la compra de dólares y evitar así que la cotización se dispare: la tasa de interés

El 2022 llegó a su fin con un inusitado valor, sobre todo si miramos el instrumento probablemente más utilizado por los argentinos, que es el plazo fijo. El rendimiento fue del 75% a diciembre (y también lo es hoy en día).

Ahora bien, ¿cuáles eran los valores a fines de 2020 y de 2021? Hace dos años concluyó en 33%, mientras que un año atrás terminó en 36%. Dicho de otro modo: el año pasado más que duplicó a sus antecesores.

Lo más cercano a ese 75% -sin retroceder demasiado en el tiempo- se produjo en 2018, cuando la tasa de interés para plazos fijos llegó a diciembre con una cifra del 46%. 

Para no aburrir con tanto número, quedémonos con esta idea: si por una de esas casualidades el Gobierno quería mantener tranquilo la cotización del dólar, definitivamente va a tener que olvidarse de la tasa de interés.

¿PASO? Sí, mejor paso

En resumidas cuentas, podemos decir que el Gobierno no tiene un camino simple por delante. Por el contrario, hizo uso y abuso de todas las herramientas que tuvo a su mano para que la economía no explotara.

Lo que queda claro es que llegó al año electoral sin demasiado margen, con una tasa de interés muy por encima de las de años anteriores, niveles de inflación esperados de más de 90 puntos y una base monetaria dramáticamente elevada.

No parece haber muchas más opciones a mano. Probablemente el Ejecutivo aplique algún parche que le permita continuar con la política de patear hacia adelante los problemas. 

Tal vez durante los próximos meses se vea una actuación parecida a la que tuvo con el FMI, donde se cumplieron las metas sin mirar demasiado las consecuencias de sus actos (no nos olvidemos que los vencimientos en pesos hoy son preocupantes). 

En el título pregunto cómo llega el Gobierno a las elecciones. La incógnita, probablemente, ya tiene una respuesta. Lo que no esperaba era llegar al final con más dudas…¿Llegará con tantos problemas a las PASO? ¿Qué pasará después?

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