Desde los inicios de la pandemia por coronavirus, los psicoanalistas saben que la salud mental se ha visto amenazada y tocada, siendo la angustia el disparador común. Pero la enfermedad COVID-19 en sí, también trae como secuela una depresión. Los pacientes que la padecen, atraviesan un estado de desequilibrio emocional que podría interpretarse como un estado depresivo.

La angustia se suma a un alto grado de cansancio que, en el discurso, puede dirigirse hacia ideas suicidas que fluyen e invaden el pensamiento como una solución. Es importante poder detectar estas ideas y pedir ayuda.

En España, según la información que brinda el Instituto Nacional de Estadística, el suicidio se mantuvo como la primera causa de muerte externa durante los primeros 5 meses de la pandemia. La soledad había creció un 50 % y la falta de interacción por el aislamiento es factor de riesgo para problemas como la depresión y el suicidio.

En tanto que en Japón, se creó un Ministerio de la Soledad para combatir precisamente esta problemática.

Este trastorno, que derivó de la pandemia tiene 3 rasgos característicos: Una tristeza ansiosa, mucho enojo y cansancio. La persona que lo padece está pensando en sí misma todo el tiempo y se deprime. Se siente un cansancio constante, la persona duerme mucho pero sigue cansada física y moralmente.

Fuente: Informatesalta

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