La designación de Germán Martínez al frente de la bancada del Frente de Todos en Diputados calmó los ánimos luego de la carta de renuncia de Máximo Kirchner, pero no solucionó el problema de fondo: el enojo de un sector de la coalición que se siente desplazado de la toma de decisiones de gobierno, especialmente en temas fundamentales como el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Si bien sorpresivo – como la primera carta que publicó su madre, la vicepresidenta -, el paso al costado de Kirchner representó, para varios en el bloque, la conclusión lógica de un malestar interno con la lógica de gobierno. El principal desafío de Martínez, en este contexto, será contener el descontento en los límites del Congreso, evitar que se expanda al gobierno nacional y canalizarlo de manera que no rompa la unidad del frente. Luego, más que ir a la caza de los votos propios, el flamante jefe de bloque deberá encausar las distintas posturas frente al acuerdo con el FMI de modo que, una vez que llegue el día de la votación, el debate no haga implosionar la coalición.

«Lo del Fondo fue la gota que rebasó el vaso», explica un legislador cercano a Máximo Kirchner que, si bien se sorprendió al conocer la carta de renuncia, insiste en que la postura del líder de La Cámpora respecto al acuerdo con el FMI «no es ninguna novedad». Kirchner no es el único en el bloque que considera que el gobierno nacional «podría haber negociado más duro», que debería haber insistido más en la ilegitimidad del endeudamiento y en la propia responsabilidad del organismo multilateral a la hora de otorgar un préstamo impagable para sostener políticamente a Mauricio Macri. Las dudas respecto al acuerdo venían gestándose hace un tiempo en el Congreso, pero la raíz del problema que detonó la renuncia era otra y tenía que ver con el funcionamiento general de la coalición. «Lo de Máximo fue un capítulo más de lo que fue la carta de CFK. El problema principal es que acá hay alguien que quiere gobernar sin nosotros, que representamos una parte importante de la coalición», comenta, irritado, un diputado del FdT.

Luego de su renuncia, sin embargo, Kirchner le pidió a sus dirigentes de confianza que pusieran paños fríos y la situación no escaló. «Fue un acto de responsabilidad institucional. La decisión de Maxi fue de no exacerbar los ánimos y ayudar», indica una legisladora que tiene trato cotidiano con él. La rápida designación de Germán Martínez como nuevo jefe de bloque fue, en ese sentido, clave para evitar que la tensión interna continuara trepando. El histórico jefe de asesores de Agustín Rossi – que en Twitter se presenta como «peronista y kirchnerista sin contradicción» – tiene un vínculo aceitado con todas las patas de la coalición, mantiene una buena relación con su antecesor y con el presidente de la Cámara, Sergio Massa, y su nombramiento fue recibido con entusiasmo por la mayoría del bloque. «Las cosas se fueron acomodando. Germán es un compañero con mucho compromiso y que tiene la claridad política para poder sintetizar las diferentes posturas que hay en el frente», destaca una referenta de La Cámpora. 

Control de daños

Si bien la crisis logró «encapsularse», tal como aseguran diputades del riñón albertista, Martínez tiene por delante la peliaguda tarea de sondear los humores y canalizar los descontentos de les 118 diputades que conforman el FdT. Desde su designación el martes, el rosarino ha pasado por un raíd de reuniones, conversaciones telefónicas, entrevistas con los medios y charlas con la oposición, abocado a tener un claro panorama de qué piensa cada sector y hacer un control de daños. Como resultado de esos encuentros, Martínez detectó tres grandes objeciones de parte de quienes rechazan el acuerdo: el peso de la cuestión simbólica e histórica de lo que significó el paso del FMI por la Argentina; la desconfianza de que se pueda cumplir con el sendero fiscal marcado por Martín Guzmán sin ajuste; y, por último, la sospecha automática que despierta el organismo que hace temer que este introduzca, a último momento, nuevos elementos para condicionar la economía del país. A pesar de esto, Martínez insiste: «No doy por perdido ningún voto».

La nueva conducción será más colectiva y dialogada que la de Máximo Kirchner, quien cuenta con peso político propio dentro de la coalición y acostumbraba a un liderazgo más silencioso. De cara a los próximos dos años, Martínez tiene planeado construir distintas mesas de trabajo que faciliten la labor parlamentaria. Una de ellas será una mesa política, en la cual cada sector de la coalición pueda plantear su posición frente a diferentes temas (lo que le permitirá hacer cierto sondeo de las posturas en el bloque). También habrá mesas abocadas a la comunicación de los proyectos, así como otras compuestas por asesores de cada comisión. Las autoridades del bloque, mientras tanto, seguirán siendo las mismas que durante la gestión de Máximo: Cecilia Moreau continuará como vicepresidenta y Paula Penacca como secretaria parlamentaria.

Las cuentas de los votos para el acuerdo con el FMI

Tras el bombazo, la mayoría de les diputades del oficialismo coincidió en la importancia de no seguir agitando la crisis interna. Pero todes saben que, cuando llegue el momento de debatir en el Congreso el memorándum de entendimiento con el Fondo, las tensiones volverán a aflorar. Si bien hasta ahora nadie lleva un poroteo oficial, se calcula que serán entre 30 y 40 les legisladores del oficialismo que podrían rechazar el acuerdo. Además de les 16 diputades de La Cámpora, son varios los y las legisladoras referenciadas en el kirchnerismo que estuvieron cuestionando – en off y on – la letra del acuerdo presentado por el presidente. Si bien no todes son tan duros como Fernanda Vallejos – que llegó a decir que «con este acuerdo la derrota en el 2023 está asegurada» -, hay algunos, como Leopoldo Moreau, que proponen introducir algunos cambios antes de que el proyecto este listo. 

La agrupación Patria Grande, que conduce Juan Grabois y cuenta con tres representantes en Diputados, también se manifestó en contra del pago de la deuda. Las conversaciones, sin embargo, continúan y algunos legisladores le reclaman al gobierno nacional que, a modo de compensación, se impulsen mecanismos de transferencia de ingresos para toda la población (como el salario universal). «Nadie quiere ir a un default», coinciden en la agrupación. Por este motivo es que, quienes se oponen al acuerdo, analizan abstenerse, de modo que el gobierno no tenga problema en sancionar la ley con el nuevo acuerdo. En el caso de La Cámpora, a pesar de la postura que adoptó su líder, aún no hay una decisión tomada. «Miraremos la letra chica y debatiremos. No va a haber obediencia debida ni tampoco que cada uno haga lo que se le cante», asegura una diputada del espacio.

Si bien solapadas, las diferencias internas continúan y amenazan con recrudecer a principios de marzo cuando comience el debate parlamentario. A pesar de esto, en el bloque se respira cierta tranquilidad: «Más allá de la postura de Máximo, hoy por hoy no hay nadie operando para que el acuerdo no se apruebe»

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