“Regresarás, vertiendo en el alma, luz de las viñas, tiernas vidalas” se lee entre los versos de Alma de Nogal, una de las inconfundibles zambas de Los Chalchaleros, y pareciera que hacen referencia a su autor, Víctor “Cocho” Zambrano. Es que el histórico bombisto falleció el 14 de abril de 1992, hace ya tres décadas, pero cada vez que sus parches suenan en alguna grabación él vuelve.

Zambrano llegó a la vida un 25 de abril de 1931. Más tarde, escribió páginas fundamentales de la música de raíz, como miembro fundador de Los Chalchaleros, desde 1947 hasta 1956. Entonces decidió dejar el grupo, hasta que el accidente fatal de su amigo Aldo Saravia (primo de Juan Carlos) lo llevó a reincorporarse en 1961. Permaneció en él hasta 1966 cuando fue reemplazado en forma definitiva por Polo Román.

Cantor y compositor, entre muchas otras cosas, fue responsable, junto a Ernesto Cabeza de “Pisando El Portezuelo”“Rastro del tiempo” y “Zamba adentro”, entre otras. Para recordarlo en el aniversario de su partida física, dialogamos con personas que lo conocieron de cerca.

“Era un hombre elegante, muy buen mozo. Para mi gusto, nadie ha llevado el traje de gaucho como Cocho. No era mi amigo, pero sí lo eran nuestras familias y a él lo conocí desde la estatura de mis 5 años, más o menos. Le gustaba el campo, sabía manejar muy bien los caballos. Era luthier, poeta y un gran músico. Yo tenía admiración por Cocho. Tocaba el bombo muy bien y fueron muy amigos con Juan Carlos, mi tío, desde la más tierna infancia”, expresó inicialmente Félix Saravia, quien y hoy conforma un dúo con Marcelo Mena y acompañó al ya mencionado Polo Román hasta sus últimos días.

Asimismo, Ramón Claudio Reyes Vaca retrató hace tiempo a quien fuera su maestro de bombo, para el portal EDI Salta. Allí declara que cultivó “una sana y respetuosa amistad” con el ex chalchalero a partir de intereses compartidos, “la gran admiración al gauchaje salteño, hacia el caballo, a esta increíble Salta y a la esencia de nuestra música tradicional. Es preciso confesar aquí que sus siempre bien intencionados consejos me ayudaron a atravesar apropiadamente la difícil etapa de mi adolescencia, lo que pinta de cuerpo entero la calidad de persona que fuera en vida este bombo mayor de nuestra Salta, todo esto a pesar de nuestra diferencia de edad, ya que él era varios años mayor”.

Radiografía de un padre chalchalero

“A 30 años de su partida física nos gustaría que la gente recuerde a nuestro padre con el respeto que merece alguien que rindió culto al folklore nativo”, coinciden los herederos de su canto, María Fernanda y Víctor Zambrano.

“Fue un artista completo: poeta, luthier, ebanista. Una de sus obras, urna tallada en madera se encuentra aún hoy en la Catedral Basílica de Salta”, comentan y se adelantan: “Ya en esa época le gustaba la participación de la mujer en el folklore, a tal punto que gratuita y generosamente, daba clases a las alumnas del Colegio del Huerto que concursaban en diversos festivales de la canción. Recuerdo a Sara Mamani, Adelina Villanueva y otras”, apuntan.

Emocionados, como quien desgaja el pasado, detallan: “Era sumamente prolijo con su aspecto, siempre bien afeitado y peinado con gomina, raya al costado. Era un caballero, ese era un rasgo muy importante en él”. 

Por otro lado, de puertas para adentro, lo catalogan como “muy familiero” y explican que fue el primer hijo de 7 hermanos, “y se ganó el respeto y amor de todos ellos, quienes aún lo lloran como si su muerte hubiera sido ayer”. Agregan además que, como primogénito, “Fue el más mimado e hizo de la abuela, Delia Solá de Zambrano, madrina artística del conjunto, pues fue en su casa que ensayaron en sus comienzos”. 

El Cocho tuvo 4 hijos, a la menor le dedicó una canción de cuna grabada por los «Cuatro hermanos salteños». María Fernanda y Víctor lo pintan como ”un niño grande. Le gustaba reírse de las cosas simples, disfrutaba regalándonos cosas innovadoras para Reyes. Cuando viajó para actuar con el conjunto a Disney disfrutó como un chico, haciéndose, con el tiempo, amigo de Walt Disney”.

Víctor avanza en la conversación y rememora algunas de las composiciones predilectas de su padre: “Entre sus temas, Rastro de Tiempo, Zamba en otoño -dedicada a mi madre-. Tenía predilección por la zamba Alma de Nogal, con música de Ernesto Cabeza. No me contó nunca de su poesía y si sé que Cabeza era un tipo muy simple y tímido, y que desde lo artístico ensamblaban muy bien”. 

Paralelamente, María Fernanda amplía: “Mi tata fue un gran lector, su huella eran los libros, donde él estaba había libros. Fue amigo de Jaime Dávalos, de Castilla, además, lo admiraba. La Biblia era lectura de cabecera, el Martin Fierro, La Divina Comedia, El Quijote de la Mancha, clásicos en general. Creo que leía hasta los boletos de colectivo”. 

Enseguida, su hijo completa: “De Castilla era muy amigo, se juntaban a diario en un restaurante que estaba en el Monumento a Güemes, varios amigos bohemios a trenzar charlas, anécdotas y poesías. El grupo se llamaba Los Yarará, por la lengua de la víbora. Otro gran amigo fue Don Eduardo Falú, a quien le regaló una de las guitarras hecha por él”.

En otro orden de cosas, sobre el linaje y el legado del Cocho, sus hijos concuerdan en que el apellido les genera orgullo y destacan que Los Chalchaleros “son parte de la historia de Salta y continúan vigentes porque siempre fueron simples”. 

Desde el punto de vista de la herencia, la música abrevó en la familia, ya que Cocho hijo aprendió a tocar el bombo “igual que él, con su particular estilo y sigo haciéndolo, acompañando a cantores salteños en ocasiones. La tradición también se extiende a nieto y a su bisnieto. Siempre hay un bombo presente en el hogar”.

Luego, la reflexión se centra en las distancias y el desafío de nutrir el cariño: “Los años que vivimos familiarmente ‘juntos’ él lo hacía en Capital Federal y nosotros en Salta, o sea que más bien poco lo veíamos. Mantener el afecto a la distancia no era fácil, pues cuando llegaba sabíamos que siempre era por poco tiempo. Eso sí, venía cargado de regalos para todos”. 

Para concluir, rememoran la felicidad de lo pequeño: “A veces en un viejo combinado RCA Víctor (tocadiscos y radio) escuchábamos alguna actuación del Uruguay o Cosquín -de muy mala calidad, por cierto- pero estábamos todos congregados alrededor del aparato y sentíamos una gran emoción”.

Palabras del Cocho

La mítica Revista folklore dedicó su número 27, publicado en octubre de 1962, íntegramente a Los Chalcha. Entre sus páginas, Victor Zambrano subraya: “Mucha gente joven de ahora se imagina que la canción folklórica ha nacido con nosotros. No tienen idea de los muchos y valiosos hombres y mujeres que nos precedieron y que no siempre alcanzaron el triunfo que merecían. Nosotros, todo el conjunto de Los Chalchaleros, rendimos nuestro emocionado y agradecido homenaje a hombres de ayer, de ahora y de siempre, ausentes y presentes que empujaron el éxito actual de la canción folklórica. No nos podemos olvidar de don Andrés Chazarreta, el santiagueño ya patriarcal en la difusión de chacareras y zambas, del gran Buenaventura Luna, (oriundo) del (pueblito) sanjuanino Huaco, que dejó páginas hermosísimas verdaderos poemas, de Sergio Villar”. 

En una extensa enumeración, el salteño celebraba a Margarita Palacios, Julio Espinosa, Martha de los Ríos, Atahualpa Yupanqui y tantos otros, como claro reconocimiento hacia sus colegas, hacia quienes compartieron con él las sendas de la música.

“Yo soy un enamorado de Salta y de todo lo que rodea Salta”, dijo en esa misma entrevista. Así, entre paisajes y versos, entre pañuelos y repiques, Víctor Zambrano dejó su huella y en su arte regresa, como en el alma del nogal, vertiendo en el alma luz de las viñas y tiernas vidalas. 

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