El instrumento convencional que se utiliza en economía para analizar el crecimiento económico es la función de producción. Esta función dice que la economía crece por tres factores. 

Uno, el más básico, es por crecimiento de la población ocupada. Más brazos y más cerebros trabajando producen más. El segundo es el aumento del capital (la inversión) ya que más brazos y cerebros con más equipos y tecnología producen más. El tercero es la eficiencia, en el entendido de que más brazos, cerebros, equipos y tecnología, bien organizados, hacen que con el mismo esfuerzo se pueda producir cada vez más. 

El Indec informó la población total que arrojó el Censo 2022. Este dato ya sirve para dar una idea de cómo anda la función de producción en Argentina. 

Entre los años 2001 y 2010, que fueron los de los censos previos, la población total pasó de 36,3 a 40,1 millones lo que significa una tasa de crecimiento de 1,1% por año. Asumiendo que más o menos esta misma dinámica se habría dado entre el 2010 y el 2022, el Indec proyectaba que la población en la actualidad sería de unos 46,2 millones de personas. Pero resulta que el Censo 2022 dio como resultado 47,3 millones. O sea, hay 1,1 millón más de personas que las que se proyectaban.

Siendo así, la población total creció entre el 2010 y el 2022 a una tasa de 1,4% por año, una tasa sensiblemente superior a la que se dio entre el 2001 y 2010. Cuando se mira cómo se comportó la tasa de empleo entre el 2010 y el 2022 aparece que se mantuvo constante en 42,4%. Esto implica que la población ocupada también creció a razón de 1,4% por año. 

En este mismo período, 2010 – 2022, el Producto Bruto Interno (PIB), que es la cantidad total de bienes y servicios que se produce por año en la economía, creció apenas al 0,2% anual. Es decir que, si la población total creció a razón de 1,4% y la economía a razón de 0,2% por año, para decirlo eufemísticamente, hay más bocas para alimentar con menos panes con qué alimentar. Esta, es la causa estructural del aumento de la pobreza.

A su vez, si la población ocupada también creció a razón de 1,4 y la economía lo hizo a 0,2% por año, significa que disminuyó la productividad. Esto es, se sumaron nuevos brazos y cerebros, pero produjeron proporcionalmente menos.

A la explicación de la caída de la productividad hay que buscarla en la función de producción. Si el crecimiento económico depende del crecimiento de la población más el crecimiento del capital (inversión) más el crecimiento de la eficiencia, y la población creció más que la economía, significa que el crecimiento del capital y la eficiencia hicieron contribuciones negativas al crecimiento económico. Cuando se pasa a mirar los datos de crecimiento del capital y condiciones para la eficiencia aparecen las malas noticias.

En toda la década que pasó, la tasa de inversión se ubicó en el orden del 16% del PIB. Un país emergente, como Argentina, necesita tasas de inversión de por lo menos 25% del PIB y sostenidas en el tiempo, si aspira a tener crecimiento económico sostenido. Con una tasa del 16% del PIB, el capital ni siquiera debe hacer aumentado, fue más que nada capital de reposición al gastado. Un capital decisivo para el crecimiento es la infraestructura. 

Lo que se observa es que las rutas están en estado deplorable, la hidrovía está totalmente falta de mantenimiento, la aviación aerocomercial está reducida para proteger la ineficiencia de Aerolíneas Argentinas, el servicio de energía eléctrica es de muy pobre calidad por la política de subsidios indiscriminados que eliminaron la inversión en infraestructura eléctrica, hace una década que se descubrió Vaca Muerta y 10 años después no está el gasoducto para llevar el gas a la producción (lo que sí está es el nombre: “Néstor Kirchner” se llamará, cuando se haga, si se hace). La única inversión que crece es la de desarrollos inmobiliarios residenciales, pero ésta no es relevante para la productividad.

La caída de la eficiencia se debe al entorno productivo muy adverso. Aquí se cuenta la alta inflación, la incertidumbre cambiaria, la inexistencia de un mercado de capitales privados, la estructura tributaria donde se superponen impuestos nacionales, provinciales y municipales con muchísima burocracia y arbitrariedades, las reglas laborales que son muy vetustas regidas por convenios colectivos de hace 40 años que datan de 1970. 

Las reglas laborales hoy sirven, en el mejor de los casos, a sindicalistas que aspiran a enriquecerse y a abogados laboralistas, pero no están dando nada positivo a las empresas, a los emprendedores y tampoco a los trabajadores. En esta década que pasó, el empleo asalariado en empresas privadas se mantuvo estancado. Hubo crecimiento de los ocupados: 3 millones de personas. Pero la mitad fue en el empleo público y la otra mitad en el cuentapropismo, porque ya no hay empleadores privados ni siquiera “en negro”.

Estos déficits que nos muestra la función de producción son estructurales y son los que generan la decadencia argentina. Lo más preocupante es para que superarlos se necesita responsabilidad política, racionalidad económica y muchos años por delante. 

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here